jueves, agosto 06, 2009

Yo os anuncio: es preciso llevar aun algun caos dentro de si para poder engendrar estrellas danzarinas.
Yo os lo anuncio: aun se agita algun caos en vuestro interior.
Ay! Se acercan los tiempos en los en los q ya no podrèis dar a luz estrellas danzarinas. Ay! Se acercan sin duda los tiempos del hombre mas despreciable, de un hobre q ya no sabrà despreciarse a si mismo!

Así habló Zaratustra

martes, marzo 10, 2009

Nuevo Blog: Utopía Libertaria

Miro y miro las entradas del último año y cada vez caigo mas en cuenta del hecho concreto: la gran influencia que han tenido desde hace un tiempo los autores libertarios sobre mi, Es por eso que decido iniciar otro proyecyo paralelo, un blog llamado Utopía Libertaria. El mismo no pretende ser la antorcha en la oscuridad de estos viles tiempos, sino más bien un muro donde leer algunos temas relacionados con tamaño grupo de ideas q otrora marcaron el rumbo del movimiento obrero.
Pero sobre todo, para mantener vivo el espíritu q, pienso, será el único q podrá salvarnos de este poz al q intentan lanzarnos día a día...



Espero lo disfruten!

domingo, febrero 15, 2009

Africa Unite

" África ha tenido un par de seguros de vida en los últimos años. Las remesas de los que han emigrado a EE UU y a Europa, y la cooperación externa. En ambos casos el panorama es desalentador. "En los tiempos de los esclavos se llevaban a los grandes y los fuertes, y dejaban atrás a los débiles y los enfermos. Hoy, los grandes y los fuertes se van por su propia voluntad, viven un infierno para atravesar el Mediterráneo y llegar al sur de Europa, encontrar un trabajo y un lugar para dormir. Con suerte empiezan a enviar remesas a casa. Pero ahora que de repente los europeos se ven obligados a competir por los mismos puestos de trabajo con los inmigrantes africanos, veremos desempleo y xenofobia, y las remesas caerán de manera drástica. El resultado es el empobrecimiento de los débiles que se han quedado en casa".

Entrevista a Trevor Manuel, Ministro de finanzas de sudáfrica.
El País, 15/02/09

miércoles, diciembre 24, 2008

Evolución dispar


"...La cantidad de libertad individual que puede un pueblo conquistar y conservar depende del grado de su madurez política; la cual no sigue en su desarrollo una curva ascendente contínua, como lo hace el crecimiento de un individuo, sino que está determinada por leyes más complicadas.
La madurez política de las masas queda implícita en la capacidad de reconocer sus propios intereses. Esto, sin embargo, presupone cierto conocimiento del proceso de producción y distribución de las artículos y géneros de consumo. La capacidad de un pueblo para gobernarse a si mismo democráticamente es, de este modo, proporcinal al grado de entendimiento que posee acerca de la estructura y funcionamiento del cuerpo social.
Ahora bien, cada perfeccionamiento técnico crea una nueva complicación en la maquinaria económica, provoca la aparición de nuevos factores y combinaciones, que las masas no pueden comprender durante cierto tiempo. En cada salto de progreso técnico, el relativamente mas lento desarrollo intelectual de las masas queda un paso m´s atrás que aquél; viene a resultar, de este modo, un descenso en el termómetro de la madurez política.

Cuando las masas son concientes en un grado equivalente al progreso material alcanzado, sigue inexcusablemente un período de predominio democrático, al que se llega pacíficamente o por la fuerza. Hasta que el próximo salto de la técnica deja otra vez a las masas en un estado de relativa inmadurez, y hace posible, y hasta necesaria, alguna forma de gobierno absolutista.

Arthur Koestler, El Cero y el Infinito (1940).

Felicidades!

Genteleta!
Sisi, asi como año a año el Zar Romay hacía uso de su título y explotaba de la manera más mísera y degradante a todo su plantel de artistas, vistiéndolos de gnomos y haciendolos parecer enanos que trabajaban para Papa Noel (jamás olvidaré la visión de Perez Loazó vestido de ayudante de Santa) en aquellos maravillosos mensajes de Felices Fiestas les desea Canal 9; así hoy quien les escribe hace uso y galantería de todas sus mañas y habilidades dactilográficas para hacerles llegar su más sincero, voluntario y alegre mensaje de camaradería, bonomía y Locomía quechupare en estas fiestas.
Como uds saben, disfruto tanto de las fiestas como un enano homofóbico en un mijitorio, asi q no me molestan la ausencia de regalos, las comidas navideñas escasas ni los q no me saludan (despues de todo, si no me llaman durante el año pa saber de mi vida, pa q catzo se gastará en llamarme un 24 a la noche).
Lo que si de veras salvará la Navidad y hará q, como en aquella película donde a Bill Murray lo visitan los tres fantasmas de la navidad (la mejor peli navideña, si me lo preguntan) este día se convierta en un día q valga la pena, será si todos hoy dejamos de apuntar las cañitas voladoras hacia arriba y las dirigimos hacia nuestro precioso Congreso. Es facil, cazá una guía T y más o menos orientate.
Y recuerden: cuanto mayor poder de fuego, mejor...

Pq una verdadera fiesta no lo es sin un político sin trabajo y/o carbonizado! Felices fiestas ácratas para todos!!!

lunes, diciembre 08, 2008

¿Pq conviene mirar las estrellas de costado y no de frente?

Aquellos que nos atrae la astronomía sabemos que, ante un cielo nocturno, los viejos observadores aconsejan no mirar directamente al astro q uno intenta visualizar (ya sea a simple vista o con un telescopio), sino observarlo de costado. Con el tiempo me he dado cuenta de que, más allá de mañas de viejo, esto es cierto. Y como buen hombre que cabalga entre ciencias, me dispuse a revolver entre mis cosas para encontrar el pq.
He aquí una somera explicación.
Nuestra visión es el resultado de la coordinada acción de diferentes actores. El ojo es uno fundamental, pero no el único. Y dentro del mismo, encontramos diversas porciones con roles diferentes e indispensables: córnea, cristalino, retina...
La retina consiste en una membrana de diez capas, una de las cuales se denomina de fotoreceptores. Estos no son más ni menos que células con la capacidad de percibir longitudes de onda específicas, que luego se traducirán en nuestro cerebro como colores.
Sin embrago, esizten dos tipos de Fotorreceptores: los conos, encargados de la visión diurna, y los bastones, de la nocturna. Estas células están esparcidas por casi toda la retina, para efectivizar la captación de luz y generar una visión lo más perfecta posible.

Existe un área en particular, la mácula, en donde la concentración de conos es altísima; y dentro de la misma la fóvea, donde es exclusiva. Quiere decir, burdamente, que la fóvea solamente nos permite tener una "visión de día".
La mácula está ubicada casi en el centro del ojo. Los rayos de luz casi centrales se proyactan sobre ella. Quiere decir que los rayos más laterales no llegan a ella, sino que se proyectan sobre las porciones mñas laterales de la retina.



Es por ello, sencillamente, que la visión de los astros es óptima si se hace "de coté" y no de frente. La ausencia de bastones en la fóvea hace que la visón nocturna de frente sea defectuosa, no asi la periferica!

Espero que esto les haya aunque sea iluminado un poco vuestros cerebros, seres ignorantes! :P

domingo, noviembre 16, 2008

La furia del infierno hierve en mi corazón

Un aria maravillosa en una interpretación virtuosísima:



Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen (La furia del Infierno hierve en mi corazón), de La Flauta Mágica, Mozart.

miércoles, noviembre 12, 2008

De la Mediconga al Bournout

Medical Student Burnout and the Challenge to Patient Care

By PAULINE W. CHEN, M.D.

Not too long ago, I read a paper titled “Burnout and Suicidal Ideation Among U.S. Medical Students” in The Annals of Internal Medicine. It brought back a flood of memories.

Medical school was not easy for me. I knew that I wanted to become a doctor to help people, but I had given little thought to the process. I was poorly prepared for many things: the pressure to excel in ways that seemed so far from caring for people; rapidly mounting debts I signed off on every semester; a roller coaster existence from chronic lack of sleep; hazing from the more experienced students and residents; and the realities of patient suffering despite my best efforts.

Even surgical residency, despite the relentlessly long hours, seemed so much closer to what I wanted to do.

Some of my professors tried to “humanize” the process. They invited us to dinner in their homes, supported our extracurricular efforts to set up health screening clinics in low-income neighborhoods, and tried to make our basic science courses more relevant to working with patients. But sitting where I am now, as someone who teaches medical students and who loves helping others as a doctor, I can understand the challenge they faced. Given the fire hose of information medical students must learn in just four years, how does one ever gently take a sip?

Despite my teachers’ efforts, I was about as miserable in medical school as I had ever been. I felt alone. Neither I nor my classmates could admit to failure, and the last thing I wanted to do was to let anyone but my closest friends know just how unhappy I was. Success in medical school was the first step to a future of helping others, and I was not about to jeopardize that.

Last week I had dinner with two former classmates from that time. We had not seen each other in over a decade, and after catching up on personal news and reminiscing about gross anatomy lab and our first nights on call, one of them said quietly, “I hated med school. I wanted to quit.” The elephant in our collective memories had broken free.

With that elephant now running loose, and the three of us more comfortable with our own professional accomplishments, the conversation grew more honest. “If you look over my entire lifetime,” my other friend said, “those four years were the lowest point in terms of self esteem.” He held his hand out in the air, plotting an imaginary line that dropped precipitously to his knees.

It took nearly 20 years for the three of us to learn that we had each been miserable as medical students. It has taken even longer for researchers to discover the extent to which such feelings exist among American medical students.

In 2006, Dr. Liselotte N. Dyrbye and her colleagues at the Mayo Clinic found that nearly half of the 545 medical students they surveyed suffered from burnout, which they defined as professional distress in three domains: emotional exhaustion, depersonalization and low sense of personal accomplishment. Moreover, the researchers found that each successive year of schooling increased the chances students would experience burnout, despite the fact that they had entered medical school with mental health profiles similar to those of their peers who chose other career paths.

More recently, in the paper on burnout that had first caught my eye, Dr. Dyrbye and her colleagues widened the scope of their research, analyzing survey responses from 2,248 medical students at seven medical schools across the country. Again, nearly half of the students surveyed met the criteria for burnout. But the investigators discovered an even more ominous finding: 11 percent of all the students surveyed also reported having suicidal thoughts in the past year.

Dr. Dyrbye notes that we are just starting to learn about the high levels of distress in medical students. “It’s incredibly disconcerting,” she said. “What are the causes? And what can we do as educators to facilitate their well-being? We need a better understanding of the causes of stress to design interventions that will help improve student wellness. Students, just like doctors, need to take care of themselves in order to take care of their patients.”

Medical schools have more recently recognized the importance of this issue. For example, the Liaison Committee on Medical Education, the accrediting authority for medical schoolsin the United States, now mandates that all schools have a program for student wellness in place that includes “ an effective system of personal counseling for its students.”

But beyond the personal implications, what are the ramifications of medical student burnout for patients?

In a third study, Dr. Dyrbye found that when tested for empathy, medical students at baseline generally scored higher than their nonmedical peers. But, as medical students experienced more burnout, there was a corresponding drop in the level of empathy toward patients.

“What do they really need to know before graduating from medical school, and how could they most efficiently learn?” Dr. Drybye asked, reflecting on one of the central challenges of medical education. “All the information we want to share with them is not necessarily what they really need to learn.”

By the time my dinner with my former classmates last week had ended, we had made plans to stay in touch and to do something I had never been sure I would ever do: return to my medical school in two years’ time to celebrate our 20th reunion. Over the course of our dinner conversation I felt strangely connected and nostalgic about medical school; I was deeply moved by what my two classmates had chosen to do with their education. One is a well-loved community obstetrician/gynecologist; the other is a psychiatrist devoted to teaching, working in a county medical clinic and caring for severely traumatized Hmong refugees. And both love their work as doctors.

As I listened to them talk about their work, I was reminded of one other thing Dr. Dyrbye had told me. “We need to change things,” she had said, “because maybe the students who are most vulnerable are the ones who are most empathic.”

(Citado de http://www.nytimes.com/2008/10/31/health/chen10-30.html?_r=2&oref=slogin&oref=slogin)