jueves, marzo 06, 2008

La simpleza, el mensaje y las lágrimas


Las lágrimas que Cristo virtiera en el monte de los Olivos, en la soledad de su última noch antes del martirio, serían las que me atormentaran a mi algunas noches, cuando aún profesaba la fe en lo que yo creía entonces adecuado. ¿Porqué el mismísimo Dios, tripartito y/o Uno, se ponía de rodillas ante el temor del tormento físico? Sencillamente, nunca me cerraba...
Tomese a Cristo como hijo de Dios, pacifista o último bastión de una liga revolucionaria que buscaba el deshacerse del yugo romano, lo que es cierto es q logró en su Judea lo que Gandi en la India: propagar una doctrina de paz, sensatez y tolerancia (que luego se convertiría en el nido de vívoras que hoy es el Vaticano en particular, y la Iglesia en general). Pero no tocaré hoy el tema del avatar, el mensaje y el mensajero; sencillamente intento sacarle un poco de brillo a esa vieja cuestion que sigue rompiendo mi cabeza: ¿por qué esas lágrimas, por qué?...
Me aventuro a decir que la más gráfica, la menos enigmática y a la vez, aquella que encierra el porqué de toda la doctrina de Cristo (dios, pacifista o revolucionario) no es otra que "El Reino de os cielos está entre todos nosotros...". Esa, y no las oraciones, las divergencias teológicas y las normas, encierra el verdadero mensaje que aquel hombre intentó transmitir: "El Paraíso es posible, sencillamente si lo quieren y hacen uds posible".
¿Cómo? Humildad, bondad, entrega desinteresada. Las bienaventuranzas no eran más q guías, no mandamientos; pequeñas recomendaciones para la búsqueda de una sociedad de jusuticia e igualdad entre todos los hombres.

Pero entonces, ¿a que vienen las lágrimas de Cristo?

Todo aquel q comprende la verdad de tal mensaje; todo aquel q lo ha vislumbrado, y q a través del rabillo de un ojo se ha aventurado a un futuro posible, y no tan lejano; todo aquel que se da cuenta de lo maravilloso y sencillo mensaje de que dejando de lado el mezquino afecto por lo que reluce, el Paraíso no es necesario: estaríamos viviendo en él... Todo aquel, decía, que vivencia esa inigualable transformación en su cosmovisión, pasa entonces por dos etapas: gritarlo a voces, para que todos lo conozcan.
Y la segunda, la fuente de esas amargas lágrimas que regaron los olivos: que ese mensaje caen en los sordos oídos de los mezquinos amigos del metal, que el hombre prefiere esclavizarse y adorar a una figura, y olvidar el mensaje. Que el paraiso está a un paso, y los hombres están ciegos, cojeando y caminando en círculos...

(Buda, en cambio, fue más allá: entendió que el mundo no solo son los hombres, sino que también es el Hombre. Y la salvación de ese hombre es suficiente para salvar al mundo del sufrimiento).
La crucifixió no fue un intento por lavar los pecados de nadie. Y la lapidaria "Perdónalos, pq no saben lo que hacen", no iba quizás ni a sus captores, ni a la humanidad entera: iba a los cientos de millones que a través de la historia han creído que el Paraíso estaba en una oblea y no en unas simples normas de convivencia terrenas.

Mientras Cristo lloraba, atormentado por la desolación de saber que su voz se había alzado casi en vano, ¿Que hacían aquellos que predicarían su mensaje y contruirían su "Iglesia"?
Dormían a pata suelta.

martes, marzo 04, 2008

Vacíos


"La gran calamidad de las dictaduras no consiste solo en el atropello a los derechos de los ciudadanos y contra las personas físicas, sino en el gran vacío que dejan al desaparecer. Todo tiene q improvisarse tras la desaparición del poder personal. Una gran hambre física y de libertad se despierta súbitamente".

José Peirats, Los Anarquistas en la crísis política española(1869-1939).