sábado, diciembre 30, 2006

Biblioteca en la Aduana

Entre el revoltijo en q se convierte mi típica limpieza de fin de año (q mas de fin de año es de cuando encuentro un día para llnarme de polvo, telarañas y recuerdos q pensaba apisonados) fui a dar hace un rato con una vieja nota de una revista La Nación Domingo, en la q se entrevistaba a varios bibliófilos. Uno de los testimonis, sin embargo, me pareció bastante risueño y a la vez algo patético, pq refleja un poco nuestra costumbre elitista de la lectura, una cuestión q parecería reservada a los intelectuales, cuando debiera ser una costumbre de todo ciudadano de una República.

Titulado "Biblioteca en la Aduana", el fragmento de la nota dice así:

"Cuando el escritor y periodista Christian Kupchik regresó desde Suecia a la Argentina a principios de los años 90, volvió con algo más q el único ejemplar de Adan Buenosayres q se había llevado a Europa en 1977.
'Los once años q pasé en Suecia dejaron una biblioteca hecha y derecha q hablaba unas cuantas lenguas ( algunas incluso q ignoro, como el japonés, el griego o el ucraniano)', escribe por mail desde montevideo. Kupchik envió sus libros por barco. Pagó el equivalente a un pasaje de avión. Tres meses más tarde, los libros llegaron, pero todavía le esperaban semanas de trámites hasta dar con su biblioteca, dormida en un galpón del puerto.
'Rodeado de tres despachantes de aduana y algunos policías, curiosos, debía procederse a abrir la mágica caja y pagar los impuestos correspondientes. Cuando se acercó el despachante q lideraba el grupo, quiso saber cuál era mi trofeo. Libros, dije orgulloso. Me miró como si lo estuviera insultando y se fu hacia otra caja. Un nuevo funcionario susurró a mi oído: Decí la verdad antes de q te metas en problemas. Mirá q acá todo se puede arreglar, no tengas miedo. Cuando volvió el lider inquirió nuevamente: ¿Qué dijo q traía?. Libros, volví a responder. Meneó la cabeza. ¿De donde dijo q viene? De Suecia. De Suecia... y trae libros. Le hizo una seña a un colaborador.
Extrajeron una palanca y abrieron la caja. Quedaron todos paralizados por un momento. Luego ingresaron en el container y iraron todos los rincones. El jefe de los aduaneros me dijo en voz baja: '¿Le gusta leer?' "