"En Grecia, la divinidad se humaniza... El Olimpo, imagen de la federación de las ciudades griegas, es una especie de república muy debilmente gobernada por el padre de los dioses, Zeus, que obedece él mismo los decretos del destino.
El destino es impersonal; es la fatalidad misma, la fuerza irresistible de las cosas, ante la cual debe plegarse todo, hombres y dioses...
Nada es sombrío en esa religión cuya teología fue inventada por los poetas, añadiendo acada cual liberalmente algún dios o alguna diosa nuevos, según las necesidades de las ciudades griegas, cada una de las cuales se honraba de su divinidad tutelar, representante de su espíritu colectivo...
De todos los cultos religiosos que nos muestra la historia, ese fue ciertamente el menos teológico, el menos serio, el menos divino y a causa de ello el menos malhechor, el que menos obstaculizó el libre desenvolvimiento de la sociedad humana. La sola pluralidad de los dioses m´ás o menos iguales en potencia era una garantía contra el absolutismo; perseguido por unos, se podía buscar la protección de los otros y el mal causado por un dios encontraba su compensación en el bien causado por otro. No existía pues, en la mitología griega esa contradicción lógica y moralmente monstruosa del bien y del mal, del amor y del odio concentrados en una sola y misma persona, como suceda fatalmente en el dios del monoteísmo".
Mijail Bakunin, Dios y el Estado.
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Hace 3 años.
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