lunes, septiembre 25, 2006

Papas y Yodo

Chrétiens era el término q los científicos escogieron, en su tiempo, para referirse a los niños con retraso mental producto de una baja ingesta de Yodo. Esto llevaba a q su glándula tiroides funcionara defectuosamente, y consecuentemente a q su sistema nervioso madurara imperfectamente. Chrétiens (cretinos), es decir, “cristianos”, o “como Cristo”: su retraso rayaba casi con una inocencia extrema q los hacía “imposibles de pecar”.
El juego de palabras aquí evocado no pretende ser una broma (ya para los cristianos o los retrasados mentales, léase como se prefiera); sino q intenta evocar un viejo y conocido dilema q parece nunca acabar: ¿son la razón y la fe incompatibles?
Parecería ser, incluso desde el mismísimo Génesis, q la cuestión es a rajatabla. Conocida es la historia de Adán, Eva y la manzana; y excesivamente gastado el asunto de q el fruto prohibido no fuera otro q el del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. La razón del pecado original es la necesidad de ser como Dios, pero atentos: no para crear ni ser poderosos como él; sino para saber lo q él sabe[1]. El ansia por adquirir el conocimiento vedado es intrínseca en el ser humano (aparentemente incluso desde antes de usar ropa interior).
A aquellos q trabajamos en ciencia y hemos llegado a un estado casi automático de la necesidad de evidencias, nos resulta por momentos llamativa la sencillez con la q muchos se entregan, día a día, a la ciega falta de las mismas. Y no desde un punto de vista despectivo: he practicado una religión durante las dos primeras décadas de mi vida y ha sido un punto de apoyo verdaderamente importante en mi desarrollo como ser humano. Sin embargo, la necesidad de respuestas a los hechos del día a día ha sido un motivador constante, y fue la falta de respuestas lógicas por parte de esa religión la q me llevó a buscar las respuestas en otros puertos.
Hemos llegado a un panorama bastante conciliador: los cosmólogos parecen haberse puesto de acuerdo en una teoría del origen del universo en la q, de quererse, puede albergar la idea de un Creador: el Big Bang. Al cruzar la línea del primer instante se ingresa en un mundo de incógnitas, en donde tiempo y espacio son inexistentes… Y donde la existencia de un Creador tiene cabida. Lo mismo vale para la Teoría de la Evolución Darviniana: ¿Qué más da q los dioses se hayan tomado millones de años para crear el mundo en vez de siete? ¿Hace menos fabulosa (ellos lo denominarían milagroso) la química orgánica y la vida el hecho de q se desarrollara lentamente?
El Papa Benedicto XVI ha vuelto a mencionar, hace unas semanas, la Teoría del Perfeccionismo. Y no solo eso, ha denostado una teoría q si bien tiene sus huecos (como toda, y gracias al cielo: no son dogmas, son teorías y cambian; y perdónenme el barato juego de palabras, evolucionan), se adapta de una manera maravillosa a la realidad q las evidencias nos presentan. ¿Porqué este retroceso papal en una cuestión q parecía salvada?
E incluso me pregunto: ¿Creerá realmente el Papa, en pleno uso de sus facultades, en una teoría tan descabellada? Y de no hacerlo, ¿porqué la alharaca?
Las cosas ya no son tan simples, tristemente, como en el Jardín del Edén. Ni tenemos todo lo que queremos, ni nos dejan andar “como dios nos trajo al mundo”. Sin embargo, tenemos la herramienta por la cual hombres y semidioses han sido castigados a lo largo de la Historia: ya sea por la manzana de la serpiente, o el fuego sagrado de Prometeo, se nos ha dado un regalo maravilloso como especie. Discernimiento. Duda. Y por sobre todas las cosas, la capacidad de cuestionar.
Yo abogo por seguir dudando, seguir cuestionando; siempre dentro del entendimiento y el respeto, bases fundamentales para el desarrollo de la convivencia (sin la cual cualquier otro desarrollo se vuelve superfluo). Después de todo, creo q a los fundadores de las religiones les preocupaba más “salvar las almas de los hombres”, q si esos hombres eran parientes del mono, del koala o de las jirafas.


[1] Genesis 3 5

1 comentario:

solitudine dijo...
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